Arigato San ("Señor Gracias") es el amable conductor de un autobús que suele llevar a la gente del campo hacia Tokio. En su paso por la península de Izu recoge a los típicos y caracterísitcos personajes de la zona, que durante el viaje charlan, beben y comen como si estuvieran en el salón de su casa. En una de las paradas suben una madre y su hija de 17 años y, durante el trayecto, el conductor se percatará de la expresión de tristeza de la muchacha, cuyo destino en la capital no parece deparar nada bueno.