Arcadia

Los tiempos modernos o el triunfo del Señor Verdoux. Ayer mismo, el Señor Verdoux asesinaba a mujeres con el único fin de mantener a su familia. Hoy, nuestra sociedad sacrifica continentes enteros para satisfacer nuestras ingentes necesidades y las de nuestras familias. Por desgracia, a veces, en nuestras latitudes, para garantizar la tranquilidad y el bienestar de unos pocos es necesario recurrir a le couperet y sacrificar algunos millones de seres humanos. Bruno D., un altísimo ejecutivo de una fábrica de papel, después de pasar quince años de servicios leales y esforzados a plena satisfacción de sus superiores y accionistas, es despedido junto con algunos cientos de compañeros. La excusa es una reestructuración económica que también se conoce con el pomposo nombre de proceso de deslocalización. Al principio Bruno no se muestra muy preocupado. Teniendo en cuenta su preparación y su experiencia, está convencido que no tardará en encontrar un puesto similar. Además todavía es joven, en la cuarentena. Pero después de tres años sigue sin trabajo y se da cuenta que está inmerso a vida o muerte en una guerra de desgaste. Se ha convertido en un simple soldado cuya única misión es salvar su vida y garantizar el bienestar de su mujer y de sus hijos. No tardará en descubrir que su equilibrio, la supervivencia de su matrimonio y el futuro de sus hijos dependen de que salga victorioso de ese combate. Así que se arma hasta los dientes, pasa al ataque y elabora con lógica y método un plan para liquidar a la competencia antes de lanzarse al asedio de la última fortaleza -ARCADIA- el único obstáculo que queda entre él y lo que considera el puesto que le corresponde legítimamente. Pero es un soldado que ha sido movilizado con demasiadas prisas, y por lo tanto su formación precaria. Su falta de experiencia le llevará a cometer graves errores. Pero a pesar de todo, triunfará y recuperará -de forma momentánea seguramente- un puesto de trabajo a su medida que le permitirá -según él cree- salvar su matrimonio asegurar el futuro de sus hijos. Pero este Quijote moderno ya no lucha contra molinos de viento para que triunfen los ideales, la fraternidad, la justicia. Ni tampoco contra los malvados señores de la guerra para proteger a la pobre viuda y al huérfano. Ahora lucha contra sus semejantes, sus compañeros de armas, contra él mismo y así es como entra a formar parte de la multitud que somos todos, esa que da la espalda a la solidaridad y al socorro mutuo, a la utopía y a los sueños para hundirse cada día un poco más en el egoísmo, el miedo y la angustia que engendra ese conflicto. Al igual que el Señor Verdoux Bruno, nuestro héroe, se debate entre lo ridículo y lo sórdido, la risa y las lágrimas, el valor y la cobardía, intentando conservar su sangre fría y su dignidad. Pero los tiempos han cambiado. Bruno, al contrario que Verdoux, verá recompensados sus esfuerzos y desde su plaza conquistada, su despacho en ARCADIA, seguirá luchando a muerte contra los suyos para mayor gloria de sus peores enemigos.

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