José quiere casarse con Elena. Quiere otras muchas cosas, por eso, ingresa en una pequeña célula del Partido Comunista. Los único que hacen es arrojar octavillas de noche y arriesgar seis años de cárcel. Ya casado y con una niña, todo sigue igual: la clandestinidad se eterniza y el regimenno da señales de debilitarse.