En un pueblo colombiano situado a orillas del río Magdalena, el sofocante clima induce al sopor. Esto le ocurre a cualquier persona que pase un día en el pueblo, tanto a los residentes como a los visitantes, nadie escapa de esta radical indolencia. Nadie parece tener ya voluntad para hacer nada, ni siquiera cuando empiezan a aparecer varios cadáveres flotando en el río.