Ahí en plena taiga siberiana, en medio de frondosos bosques, residen aisladas del mundo dos familias. La única forma de alcanzar Braguino, su pueblo, es navegar el río Ienissei y después subirse a un helicóptero. Su aislamiento les ha obligado a ser autosuficientes y también a dictar sus propias normas.
Una barrera parte al pueblo en dos y los de un lado no hablan a los del otro. Jamás. El río que lame las orillas del pueblo alberga una isla dónde se está construyendo otra comunidad: la de los niños. Libres, impredecibles, salvajes.