Paco, un hombre de unos cincuenta años, y Andrés, cerca de setenta, se dedican, para salir adelante, a vender bocadillos en las cercanías de los estadios de fútbol. Son asiduos clientes del bar de Julia, verdadero cuartel general donde cada día se dan cita otros supervivientes como Ángel, un atractivo joven que ahoga en coñac su mala relación con Estela, su mujer. Otro habitual es Juan, una especie de visionario que se dedica a hacer múltiples combinaciones a las quinielas y que, sin saber cómo ni por qué, acierta todas las semanas. Boletos que, como es evidente, nunca sella por la elevada cantidad de dinero que necesitaría para hacerlo.