A la vez que las dos Coreas, Norte y Sur, seguían manteniendo abiertamente las hostilidades en la frontera, el régimen de Kim Jong-un decidió conmemorar el 70º aniversario del día de la liberación, cuando Corea dejó de ser colonia japonesa, con un gesto de aperturismo: un concierto de la banda eslovena Laibach. El conjunto ha sido acusada en no pocas ocasiones de exhibir inclinaciones fascistas, pero dado que esa misma prensa también reparte la misma etiqueta a la República Popular Democrática de Corea, la mezcla no tenía porqué molestar a nadie.
Durante su visita al país oriental, la banda y su equipo debía andarse con piés de plomo y ser sumamente cuidadosas con sus anfitriones, los cuales les sometieron a una estricta vigilancia, recibiendo críticas en los momentos más inesperados de las personas más insospechadas. Y mientras, podían presenciar -también la cámara del documental- una visión sesgada aunque personal y libre de un país sometido a un régimen totalitario... dónde, por lo menos en la superficie, la gente transmite felicidad.