En 1976 Francis Ford Coppola, viajó a Filipinas para emprender el que sería uno de los rodajes más tortuosos del cine, en el cual, tras más de 200 días de rodaje el cineasta norteamericano llevó hasta el límite su propia resistencia y la de gran parte de sus actores y técnicos en una aventura tan caótica como costosa que daría como fruto una de las más grandes películas bélicas jamás filmadas.