A sus 30 años de edad, Joy Jordan (Jane Adams) sigue viviendo en la casa de su infancia, en un barrio periférico de New Jersey. Sus padres (Ben Gazzara y Louise Lasser)abandonaron hace tiempo aquella vivienda para pasar una jubilación soleada y miserable en Florida, donde los encantos en decadencia de su vecina Diane (Elizabeth Ashley)amenazan su duradero matrimonio sin amor. Pese a todo, Joy mantiene la esperanza de que su realización sentimental y profesional esté a la vuelta de la esquina, aunque haya roto con su novio Andy (Jon Lovitz) para iniciar una relación con un estudiante de educación para adultos al que ella da clases, un emigrante y delincuente ruso llamado Vlad (Jared Harris). Joy tiene dos hermanas: Trish (Cynthia Stevenson), un ama de casa felizmente casada, y Helen (Lara Flynn Boyle), una sofisticada escritora. Ambas se dedican a humillar a Joy, pese a que las dos tienen sus propios problemas. Helen cree que puede dar autenticidad emocional a sus obras viviendo situaciones de peligro mortal, y por ello empieza a flirtear con un asesino anónimo que le suele hacer llamadas obscenas. No sospecha que quien la llama es su inofensivo vecino, el solitario Allen (Phillip Seymour Hoffman), quien a su vez es el objeto de deseo de Kristina (Camryn Manheim), persona aun más solitaria que él, aunque quizá no tan inofensiva. Allen confía sus penas por su amor no correspondido a su psicoterapeuta, Bill (Dylan Baker), sin darse cuenta de que Bill, casado con Trish, apenas le presta atención. Y es que Bill es presa de sus propias obsesiones incontrolables, que se centran principalmente en los compañeros de clase adolescentes de su hijo Billy (Rufus Read). Billy, a su vez, lucha por asimilar su paso a la madurez como hombre. La policía va cercando a Bill, y su hijo le hace saber los rumores que corren en el colegio, y finalmente, en un momento de brutal sinceridad con su hijo, Bill confiesa destruido, su culpabilidad.