Antes de convertirse en un pintor reputado con fama de genio, Jean-Michel Basquiat vivió como un vagabundo en las calles de Nueva York, labrándose una reputación como grafitero. A su llegada, a finales de los años 70, era una ciudad dura y peligrosa. En ese ambiente degradado pero palpitante convergían movimientos excitantes y era un lugar más accesible y receptivo a las caras nuevas. Se puede decir que, gracias a su arte, Basquiat consiguió influenciar en el arte y a la vez el arte influyó en su arte y su visión del mundo.