Praderas soleadas destripadas por minas a cielo abierto y una cadena interminable de camiones que se lleva el carbón y los minerales a las fábricas. Mientras tanto, los días en el hospital se hacen eternos para los mineros veteranos. Como si vivieran en un purgatorio pero sin paraíso que les aguarde. Hemos destrozado el paraíso llenando carretillas de materiales para edificar otro paraíso falso e inútil. Una reflexión literaria sobre el comportamiento humano del presente. Somos todos víctimas y criminales, un monstruo que nuestra hambre interior ha creado.